
CEREBRO IZQUIERDO, CEREBRO DERECHO, CEREBRO ROJO, CEREBRO AZUL
Artículo de Barbara Spencer
Traducción de Elena Blanco-Suárez
Con el primer debate presidencial de 2016 aproximándose rápidamente, es un buen momento para considerar si nuestro cerebro ya ha decidido a quién va a votar. No es que falten artículos sugiriendo que tus inclinaciones políticas vienen dadas por la estructura y función de tu cerebro (por ejemplo, ¿es tu cerebro liberal o conservador? – Fox News, Expertos dicen que los cerebro liberales y conservadores tienen diferentes conexiones – Huffington Post, ¿Puede la neurociencia explicar lo que piensan los votantes de Trump? – ResearchGate). Entender estas diferencias es importante para los futuros neuroasesores políticos que, como un artículo de prensa especula, podrían llegar a aprender cómo explotarlas para “alcanzar de manera biológica y con más efectividad a los votantes”. Es razonable asumir que, como el resto de nuestros pensamientos y sentimientos en cualquier tema, nuestras posiciones políticas vienen dadas por procesos neuronales complejos. Pero ¿podrían nuestras ideologías políticas de verdad estar determinadas en nuestros circuitos cerebrales?
Un crudo resumen de varios estudios sugiere que hay diferencias en ciertas regiones claves del cerebro que muestran que los conservadores/Republicanos* son rígidos y motivados por respuestas emocionales mientras que los liberales/Demócratas son más flexibles y abiertos al cambio. Es terriblemente conveniente cómo de bien se ajusta a los estereotipos que tenemos de estos grupos. Puede que demasiado conveniente. Analicemos algunas de estas investigaciones y evaluemos sus conclusiones.
¿Qué hace que un cerebro sea rojo o azul?
En comparación con los conservadores, los liberales tienen una corteza cingulada anterior (ACC) mayor [1] y una actividad en la ACC más fuerte [2]. La ACC está implicada en el control cognitivo – los procesos que permiten mayor flexibilidad para ajustar el comportamiento a las metas establecidas. La actividad en esta región está relacionada a la monitorización de conflicto (controlar y evitar conflictos potenciales en el procesamiento de la información), que puede servir para señalar la necesidad de un ajuste para realizar una tarea en particular [ver revisión en 3].

El dibujo ambiguo del “hombre-rata” [4]
Para entender como tu conocimiento previo, expectativas, o metas pueden llegar a influenciar tu interpretación de información conflictiva, piensa en el dibujo del “hombre-rata” [4]. Si ves este ambiguo dibujo como una rata o como un hombre dependerá de si solo has visto otros dibujos de animales o de caras. Se ha discutido sobre si las diferencias en la estructura y función de la ACC indica que los liberales son más sensibles a señales de conflicto, quizás haciéndoles más fácil el alterar su “patrón de respuesta habitual”, lo que va en concordancia con la noción de que los liberales son más tolerantes hacia la ambigüedad y los conservadores son más estructurados [2].

MRI mostrando la localización de (a) la corteza cingulada anterior (ACC) y (b) la amígdala y la insula [5].
Los conservadores han sido definidos como particularmente atentos y con reacciones físicas fuertes a estímulos desagradables (por ejemplo, la imagen de una araña en la cara de un hombre) [6] y son más propensos a interpretar como amenazadoras expresiones faciales ambiguas [7]. Es más, personas con una respuesta fisiológica mayor a ruidos repentinos e imágenes amenazantes son más propensas a actitudes de defensa y otras posiciones para protegerse de amenazas presupuestas [8]. Estas respuestas fisiológicas más fuertes pueden ser atribuidas a diferencias cerebrales. Las inclinaciones conservadoras y afiliación al partido republicano han sido asociadas a una amígdala mayor [2] que es más activa en respuesta a asumir riesgos [9]. La amígdala – conocida por su papel en las reacciones emocionales – es importante en el condicionamiento por miedo, sugiriendo que los cerebros de los conservadores son más reactivos al miedo.
Reaccionar fácilmente a lo desagradable también se ha asociado a puntos de vista conservadores [para más información, esta TED Talk]. Puedes hacer este pequeño test que basado en las respuestas que des a frases como “Incluso hambriento, no bebería un tazón de mi sopa favorita si ha sido removida con un matamoscas usado aunque haya sido previamente lavado” te dirá si tu cerebro es más conservador o liberal. El asco es una de las emociones universales que bien podría ser una buena reacción para evitar ponerse enfermo por tomar comida en mal estado. Sin embargo, se ha sugerido que esta función evolutiva ha sido co-adaptada de manera que las personas que se asquean fácilmente con imágenes de suciedad tendrán inclinaciones políticas que se oponen a ciertas cosas moralmente impuras (por ejemplo, el matrimonio gay) [10]. La visión conservadora se ha relacionado a la ínsula [2] asociada a sentimientos de asco [11]. Un estudio analizó la activación cerebral producida por el visionado de imágenes desagradables (por ejemplo, cuerpos mutilados) para predecir las inclinaciones conservadoras o liberales de un grupo [12].
Resulta tentador decir que los republicanos que apoyan a Donald Trump lo hacen porque apela a su predisposición a sentirse amenazados y les promete protección mediante la prohibición de entrada a musulmanes en los EE.UU. y construir un enorme muro para evitar la entrada de inmigrantes mexicanos a los cuales a llamados en repetidas ocasiones criminales, violadores y asesinos. Claro está que enfatizando los sentimientos por encima de los hechos sería más efectivo para atraer votantes cuyos cerebros tienen fuertes reacciones emocionales. Newt Gingrich entiende este juego de emociones, argumentando que como candidato político, se “adaptará” al americano medio el cual no se siente seguro a pesar de las estadísticas que muestran lo contrario. Pero, a pesar de nuestra tendencia a buscar explicaciones basadas en la neurociencia especialmente creíbles (para más información, lee este post sobre neuromarketing) estos estudios no proporcionan suficiente evidencia para llegar a tales conclusiones.
Extrapolando más allá de los datos
Un problema recurrente de estos estudios mencionado más arriba es el uso de la auto-identificación como republicano/demócrata o conservador/liberal, a menudo sin ningún análisis del conocimiento político o incluso de las posiciones adoptadas en asuntos clave. Más allá de los límites de usar la activación cerebral para explicar el comportamiento, muchos de estos estudios parecen elegir a dedo cuál de las múltiples funciones de una región dada atribuyen a su papel. Como la neurocientífica cognitiva Martha Farah apunta, el cerebro es complejo y “los puntos esparcidos de activación en una imagen cerebral pueden ser como las hojas de té al fondo de la taza – ambiguas y acomodadas a un gran abanico de posibles interpretaciones” [13]. Merece la pena considerar que interpretaciones alternativas podrían hacerse si los resultados fueran opuestos.
Un estudio, publicado en 2004 por el New York Times, mostraba datos que sugerían que los cerebros demócratas tenían una actividad en la amígdala más fuerte en respuesta a imágenes violentas en anuncios de campaña. Ignorando el problema de la evaluación de resultados de una investigación que no ha pasado ninguna revisión, los autores argumentaban que “este resultado era plausible pues coincidía con algunos de los estereotipos de los valores liberales: aversión por el sufrimiento humano, rechazo a racionalizar la pena capital y las fuerzas militares, simpatía por candidatos que gustan de empatizar”. Esto demuestra la facilidad con la que los resultados se adaptan a una narrativa en particular. Los investigadores también fracasaron a la hora de apuntar descubrimientos aparentemente incongruentes cuando la exageración de sus conclusiones era consistente con sus expectativas. Por ejemplo, la creciente activación de la ínsula se asociaba en los liberales con estudios que predecían afiliación al grupo por la activación en respuesta a una imagen desagradable [12] a pesar de que el estudio que sugería la relación entre las visiones conservadores y el tamaño de la ínsula explicaba la sensibilidad ante lo desagradable de los conservadores [2].
No sorprende que los estudios de este tipo reciban críticas. En respuesta a otro artículo publicado en el New York Times que sugería que los autores podían adivinar la elección presidencial de 2008 basándose en los datos recogidos de 20 votantes indecisos, una editorial en Nature advertía de los peligros de hacer tales declaraciones basándose solo en la actividad cerebral de una región en particular. “La actividad de la insula no significa necesariamente que los participantes se encuentran asqueados. La actividad de la ínsula también se ha asociado con drogadicción, el sabor del chocolate, el dolor y la calidad del orgasmo. No tienen por qué ser malas noticias después de todo” [14]. Es más, resulta demasiado fácil caer en la trampa de confundir la correlación con la causa. Incluso si todas las diferencias descritas fuesen reales, no hay evidencia de que tener una ACC activa te haga más liberal que tu experiencia de ser liberal influencie la actividad de tu ACC.
¿Qué sabemos de tu cerebro en la cabina de votación?
Si no podemos confiar en estos estudios, ¿qué es lo que sabemos sobre elegir a un candidato? Puede que hayas oído cómo la expresión facial [15], la altura [16], e incluso el tono de voz [17] influencian el voto.
En un estudio que compara el comportamiento simulado del votante con daño en la corteza lateral orbitofrontal (OFC) con individuos sanos y otro con un tipo diferente de daño frontal, los investigadores encontraron que los votantes con daño en el OFC basaban su voto según lo atractivo que fuera el candidato, en lugar de incorporar información sobre su competencia [18]. Esto sugiere que la OFC puede que juegue un rol en combinar diferentes fuentes de información a la hora de tomar una decisión. A pesar de esto, nuestro cerebro utiliza atajos todo el tiempo para hacer la toma de decisiones más fácil, y desarrollamos preferencias inconscientes. Esto puede llevarte a preguntarte, como uno de los segmentos de la CNN hizo, si “el subconsciente cerebral es el que elige a los candidatos por ti”. Preferencias implícitas son ciertamente reales (puedes probar las tuyas propias en un rango de áreas aquí), pero ¿tenemos que reaccionar ante ellas necesariamente? En un estudio de 2007, los investigadores encontraron que a pesar de que una mayoría de sujetos dijeron que votarían a Obama, sus acciones en un test de asociación implícita sugerían que preferían a Clinton – y ya sabemos lo que pasó. Mientras que es importante reconocer las preferencias implícitas, puede que no sean los mejores factores de predicción de nuestras acciones – ¡lo siento neuromarketers!
Mientras que el debate se aproxima, merece la pena darse cuenta de que otro tipo de preferencias sigue vivo en la política. La preferencia de confirmación es nuestra tendencia a buscar e interpretar evidencias para apoyar lo que ya creemos. En un estudio, cuando los miembros de algún partido accedieron a cierta información que iba en contra de su candidato, los investigadores observaron una mayor actividad en varias regiones cerebrales implicadas en el procesamiento emocional, pero notaron que la corteza prefrontal dorsolateral – típicamente asociada con la lógica y el razonamiento – no se encontraba especialmente activa [19]. A no ser que seas uno de los votantes indecisos que son tan a menudo ridiculizados, las probabilidades son que veas el debate con algunas opiniones bien arraigadas. Es posible que sea sabio tomar una posición más escéptica, especialmente cuando algo parece que encaja perfectamente en lo que ya crees, y ser crítico con cualquier afirmación grandiosa – como si algo tan complejo como la ideología política pudiera definirse con solo un vistazo a tu cerebro.
*Un importante fallo de la interpretación de esta investigación: la mayoría se hizo en los EE.UU. y se centró en las diferencias entre los cerebros de gente que a) eran miembro del partido republicano o demócrata o b) se clasificaban a sí mismos como conservadores o liberales.
Imagen principal adaptada de DonkeyHotey y pixabay
Referencias
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[3] Botvinick, M. M., Braver, T. S., Barch, D. M., Carter, C. S., & Cohen, J. D. (2001). Conflict monitoring and cognitive control. Psychological Review, 108(3), 624-652. doi:10.1037/0033-295x.108.3.624
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[7] Vigil, J. M. (2010). Political leanings vary with facial expression processing and psychosocial functioning. Group Processes & Intergroup Relations, 13(5), 547-558. doi:10.1177/1368430209356930
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