
EN UN MUNDO DE “IMAGINACIÓN CIEGA”: LA CIENCIA DE LA AFANTASÍA
Artículo original de Megan Kirchgessner
Traducción de Orlangie Natera-Naranjo
Imagínate a ti mismo en el hogar de tu infancia. Imagina tu dormitorio: tu cama, tal vez algunas pinturas en la pared y cualquier otra característica sobresaliente que puedas refrescar con tu “ojo mental”. ¿Te ves a ti mismo o lo visualizas como si lo vieran tus propios ojos? ¿O acaso no “ves”absolutamente nada?
La afantasía (proveniente del griego phantasia que significa imaginación) es la condición de no poder evocar imágenes mentales, no sólo de las memorias propias sino también de cualquier otra escena visual, ya sea real o imaginada. Muchas de las personas que padecen de afantasía congénita (que nacen con la condición) pasan gran parte de sus vidas pensando que frases tales como “imagínese a sí mismo”, “visualice” o “vea con su ojo mental” se aplican en un sentido figurado en vez de literal. A menudo no es hasta que alcanzan la adolescencia o adultez temprana cuando descubren que, de hecho, otras personas pueden “ver” cosas en su mente [1]. Aunque la afantasía se encuentra en las etapas iniciales de investigación científica y concientización pública, ya ha generado un interés considerable e innumerables preguntas aún por responder.
La afantasía original
A pesar de que el término “afantasía” se acuñó apenas en el 2015, el concepto de visualización pobre (o ausente) de imágenes mentales no es nuevo. Las primeras descripciones del mismo se remontan a finales del siglo XIX y se le atribuyen a Francis Galton (primo de Charles Darwin y reconocido por ser un pionero de la infame eugenesia). Él se asombró cuando notó que una parte significativa de los sujetos que investigaba, al pedirles que imaginaran su dormitorio o comedor, quedaban perplejos ante la naturaleza misma de la pregunta. Uno de sus correspondientes le escribió: “Estas preguntas presuponen la aprobación de algún tipo de proposición con respecto al ‘ojo mental’ y las ‘imágenes’ que éste ve. …. Esto apunta a una falacia inicial. …. Es solo a través de una figura retórica que puedo describir mi memoria de una escena como una ‘imagen mental’ que puedo ‘ver’ con mi ‘ojo mental’. …. No la veo… ” [2]. Galton inicialmente creía que esta condición prevalecía particularmente entre científicos; incluso llegó a afirmar que “los hombres científicos, como clase, tienen facultades débiles de representación visual”. Sin embargo, esta afirmación ha sido refutada a consecuencia de la reexaminación de sus resultados en conjunto con otros resultados de investigaciones más recientes [3].
Entrando en el siglo XX, las diferencias en las habilidades de visualización mental continuaron siendo fuente de gran interés y un tema altamente debatido. Es más, a medida que salían a la luz casos aislados de pacientes que perdían repentinamente su capacidad de visualización mental, se generaba mayor interés y debate sobre los sistemas neuronales y cognitivos que subyacen la generación de imágenes mentales y cómo éstos difieren de la percepción visual [4]. Sin embargo, no fue hasta la década anterior que el interés público realmente tomó vuelo, debido en gran parte a un estudio de un caso particular que utilizó tanto pruebas psicológicas, como tecnología de neuro-imagen para caracterizar la pérdida notable de “imaginación visual” en un paciente.
Afantasía 2000: el paciente MX
Aunque la mayoría de los que padecen de afantasía nunca han tenido un “ojo mental”, se han visto casos excepcionales de pacientes de neurología que han perdido la habilidad de evocar imágenes mentales. Un ejemplo de ellos fue un paciente apodado “MX”, quien le comunicó al neurólogo Dr. Adam Zeman que unos días después de someterse a una cirugía de angioplastía coronaria, ya no era capaz de visualizar nada en su mente; su visión regular, sin embargo, permanecía intacta. Incluso hasta sus sueños inicialmente carecían completamente de imágenes visuales, pero eventualmente recuperaron su contenido visual. “Puedo recordar detalles visuales pero no los puedo ver”, le comentó MX a un grupo de científicos. “No puedo explicarlo…. De vez en cuando extraño poder ver [en mi mente]” [5].
Curiosamente, MX obtuvo puntajes extremadamente bajos en cuestionarios de auto-evaluación de imaginación visual; no obstante, en pruebas neuropsicológicas que supuestamente evalúan las habilidades de imaginación visual, sus puntajes estaban en niveles normales. Por ejemplo, cuando se le pide que respondan una serie de preguntas acerca de las formas de las colas de distintos animales, la mayoría de las personas visualizan las colas para responder. En cambio, MX insistió que él no estaba visualizando nada en lo absoluto, pero de todas maneras aprobó la prueba. Aunque MX sobresalió en ésta y muchas otras pruebas de imaginación visual, surgieron algunas diferencias notables entre él y otros sujetos del grupo control (quienes no padecían de afantasía) en una prueba de rotación mental.
Esta prueba involucra imágenes de pares de objetos tridimensionales compuestos de múltiples cubos: el participante tiene que responder si los dos objetos son iguales pero han sido rotados en el espacio 3D con respecto al otro, o si son objetos distintos (vea la figura más abajo). Para la mayoría de las personas, la cantidad de tiempo que les toma responder aumenta proporcionalmente con el ángulo de rotación. Esto es de esperarse si las personas están completando la tarea por medio de la visualización y rotación mental de los objetos para ver si parean; por consiguiente, con un ángulo de rotación mayor, nos tomaría más tiempo hacer esta comparación. MX fue un poco más lento al completar esta tarea en comparación con sujetos del grupo control, pero tuvo mayor precisión. Curiosamente, su tiempo de respuesta fue el mismo cuando los objetos se rotaban 40 o 140 grados, lo que sugiere que no estaba usando una estrategia de rotación mental. Esto fue consistente con su propia autoevaluación, en la cual atestiguó que en lugar de intentar algún tipo de rotación mental, resolvió la tarea pareando los bloques y ángulos individuales de manera perceptual.

Si bien estos resultados sugieren que MX realizaba estas tareas visuales-espaciales utilizando una estrategia distinta a la visualización mental, el Dr. Zeman y su equipo querían determinar si estas diferencias en procesamiento de información se veían reflejadas en su actividad cerebral. Estudios anteriores acerca de la visualización mental han implicado una red cerebral que presenta mayor actividad neuronal en áreas de la corteza prefrontal así como en áreas de la corteza posterior que están involucradas en la visión (conocida como la corteza visual): esto sugiere que la corteza prefrontal juega un rol en “reactivar” las representaciones visuales durante la visualización mental [6]. Dado que MX afirma haber perdido el acceso a estas representaciones visuales, uno esperaría que su corteza visual no pueda ser “reactivada”. Precisamente, esto fue lo que los investigadores descubrieron. El patrón de actividad cerebral observado en MX fue prácticamente idéntico al de los sujetos del grupo control durante tareas de percepción visual básica (ej. ver imágenes de caras), pero difirió bastante durante tareas de imaginación visual (ej. imaginar las caras de famosos). Durante la tarea de imaginación de caras, los participantes del grupo control mostraron un aumento de actividad cerebral en las áreas prefrontal y posterior de la corteza. En cambio, MX mostró un aumento de actividad en ciertas regiones de la corteza frontal y una disminución de actividad en regiones de la corteza posterior, las cuales se habían activado durante la tarea percepción de caras.

Entonces, ¿cómo pudo MX, a pesar de tener una “imaginación ciega”, desempeñarse tan diestramente en tareas que supuestamente evalúan la imaginación visual? Aunque es difícil responder esto con certeza, los investigadores que evaluaron a MX especularon que es posible que la información visual se pueda almacenar y representar en el cerebro de alguna manera tal que no necesariamente involucre el circuito visual del cerebro. Considere esto como la diferencia entre visualizar las paredes pintadas de azul en el dormitorio de su niñez y simplemente saber que las paredes eran azules. A pesar de que la mayoría de nosotros empleamos nuestra imaginación visual para resolver ciertas tareas complicadas—por ejemplo al determinar qué tan bien encajará esa cama de Ikea en el dormitorio de nuestro nuevo apartamento— aquellos que carecen de imaginación visual, así como MX o los que padecen de afantasía congénita, puede que adopten otras estrategias no-visuales para resolver el mismo problema.
La afantasía entre nosotros
Sin lugar a dudas, el caso de MX es uno fascinante de alguien que tuvo la capacidad de imaginación visual antes de perderla por completo. Pero lo que es más común es que individuos que padecen de afantasía nunca hayan experimentado el proceso de “ver” algo en su mente. De hecho se estima que alrededor de un 2% de la población sufre de afantasía [7], por lo que no se considera una condición extremadamente rara. Lo más probable es que conozcas a alguien con afantasía, o tal vez ese alguien eres tú y estás aprendiendo de ello por primera vez. Craig Venter, el genetista famoso conocido por ser el primero en descifrar la secuencia del genoma humano, ha declarado que padece de afantasía. También se sospecha que Oliver Sacks, estimado autor y neurólogo, sufría de esta condición basado en sus propias descripciones: “casi no veo nada con mi ‘ojo mental’; como máximo, imágenes tenues y desvanecedoras sobre las que no tenía control”. Curiosamente, Sacks mencionó que experimentaba imágenes mentales vívidas e involuntarias mientras se quedaba dormido y en sus sueños, así como también experimentó una mejoría drástica en su capacidad de visualización mental por un período de aproximadamente dos semanas durante la década de 1960 después de ingerir una fuerte dosis de anfetaminas [8].
Incluso entre aquellos con afantasía congénita parece haber una gama de experiencias. El físico teórico Nicholas Watkins escribió un artículo fascinante donde combinó sus experiencias personales de afantasía y memoria autobiográfica severamente deficiente (SDAM, por sus siglas en inglés), una revisión de algunas de las últimas investigaciones científicas y una hipótesis sobre cómo se relacionan entre sí. Watkins sugiere que la condición SDAM, que se caracteriza por la incapacidad de experimentar cualquier tipo de “viaje mental en el tiempo”o memoria sensorial “proustiana“, podría considerarse como una forma extrema de afantasía. Aunque los hechos básicos del pasado son accesibles, Watkins lo describe como la sensación de que “el pasado es realmente otro país para el que no tengo pasaporte” [9]. En esta gama hipotética de afantasías, la “afantasía total”, como la experimentada por MX después de su cirugía, sería algo menos extrema. Ésta se distingue de SDAM en que estos individuos todavía pueden experimentar la sensación de “viaje mental en el tiempo”, pero sin componente visual alguno. Finalmente, individuos que podrían describirse como que padecen de “afantasía voluntaria” serían los que no pueden evocar espontáneamente imágenes mentales por sí mismos, pero aún pueden experimentar imágenes mentales repentinas e involuntarias, como en forma de “destellos” y/o mientras sueñan [1]. Basado en sus propias descripciones de su visualización mental limitada, posiblemente Oliver Sacks hubiera caído en esta última categoría [9]. Aunque intrigante, la relación entre estas formas de deficiencia de imaginación visual no es más que una hipótesis que aún no se ha probado directamente.
Entre la población general también existe una gama amplia de imaginación visual. Por ejemplo, en el extremo opuesto de los que padecen de afantasía están aquellos con hiperfantasía, quienes describen sus imágenes mentales como prácticamente indistinguibles de la vida real. Y, por supuesto, están todos los demás entre medio de estos dos extremos. Parte de esta heterogeneidad puede capturarse mediante una encuesta ampliamente utilizada sobre la vivacidad de imágenes visuales (¡tú puedes tomarla también y formar parte de la investigación del Dr. Zeman!). Utilizando esta encuesta, el Dr. Zeman y su equipo dividieron una muestra numerosa de estudiantes universitarios (participantes de la investigación) en grupos de “imaginación baja” e “imaginación alta”, y realizaron el mismo experimento que hicieron con MX usando la técnica de neuro-imagen. Curiosamente, las diferencias en la activación cerebral entre los grupos de imaginación “baja” y “alta” observadas durante la tarea de visualización mental fueron muy parecidas a las reportadas previamente entre MX y sujetos del grupo control. La activación de múltiples regiones en la corteza posterior— incluyendo un área particular involucrada en la percepción de caras que se activó de forma insuficiente cuando MX intentó imaginar caras de famosos— se correlacionó positivamente con las puntuaciones en el cuestionario de imaginación visual. En cambio, la activación de ciertas regiones de la corteza prefrontal se correlacionó negativamente con estas puntuaciones. Por lo tanto, estos resultados son consistentes con la idea de que la participación de algunas áreas de la corteza visual están involucradas en la experiencia de visualización mental [10], aunque aún no se ha establecido de manera concluyente una relación causal entre estas redes cerebrales y la capacidad de evocar imágenes mentales. Además, en este estudio, incluso los participantes con “imaginación baja” poseían cierto grado de imaginación visual, es decir, no sufrían de afantasía. Las diferencias en los patrones de actividad cerebral entre los que padecen de afantasía de por vida y los individuos comunes aún no han sido exploradas.
En los últimos 10 años, se ha disparado en la conciencia pública el conocimiento de la afantasía y las diferencias drásticas en la capacidad de visualización mental entre individuos. Esto fue precipitado por la publicación del artículo del Dr. Zeman acerca del caso del paciente MX y la investigación sobre la afantasía adquirida y congénita que resultó. A partir de esa publicación y la consiguiente cobertura de prensa, el grupo del Dr. Zeman en la Universidad de Exeter reportó haber sido contactados por más de 10,000 personas interesadas, muchas de las cuales caían en uno de los extremos de la gama de capacidades de visualización mental [11]. A medida que crece la conversación pública sobre estas diferencias entre individuos y se expanden los recursos para más investigaciones científicas, quizá podamos comenzar a entender mejor las experiencias internas de los humanos y sus fundamentos biológicos.
Referencias:
1. Zeman A, Dewar M, Della Sala S. Lives without imagery – Congenital aphantasia. Cortex. 2015;73: 378–380. doi:10.1016/j.cortex.2015.05.019
2. Galton F. I.–statistics of mental imagery. Mind. 1880;os-V: 301–318. doi:10.1093/mind/os-V.19.301
3. Brewer WF, Schommer-Aikins M. Scientists are not deficient in mental imagery: galton revised. Review of General Psychology. 2006;10: 130–146. doi:10.1037/1089-2680.10.2.130
4. Bartolomeo P. The neural correlates of visual mental imagery: an ongoing debate. Cortex. 2008;44: 107–108. doi:10.1016/j.cortex.2006.07.001
5. Zeman AZJ, Della Sala S, Torrens LA, Gountouna V-E, McGonigle DJ, Logie RH. Loss of imagery phenomenology with intact visuo-spatial task performance: a case of “blind imagination”. Neuropsychologia. 2010;48: 145–155. doi:10.1016/j.neuropsychologia.2009.08.024
6. Ishai A, Ungerleider LG, Haxby JV. Distributed neural systems for the generation of visual images. Neuron. 2000;28: 979–990.
7. Faw B. Conflicting Intuitions May Be Based On Differing Abilities: Evidence from Mental Imaging Research. Journal of Consciousness Studies. 2009;
8. Sacks O. The Mind’s Eye | The New Yorker [Internet]. 20 Jul 2003 [cited 25 Jul 2019]. Available: https://www.newyorker.com/magazine/2003/07/28/the-minds-eye
9. Watkins NW. (A)phantasia and severely deficient autobiographical memory: Scientific and personal perspectives. Cortex. 2018;105: 41–52. doi:10.1016/j.cortex.2017.10.010
10. Fulford J, Milton F, Salas D, Smith A, Simler A, Winlove C, et al. The neural correlates of visual imagery vividness – An fMRI study and literature review. Cortex. 2018;105: 26–40. doi:10.1016/j.cortex.2017.09.014
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