
ESCONDIDOS EN EL INTERIOR
Artículo y traducción de Elena Blanco-Suárez
Cada vez que alguien me pregunta cuándo supe que la ciencia era lo mío, mis recuerdos me llevan a principios de los 90. Tenía seis o siete años y en lugar de fascinarme con princesas y unicornios (en contra de los cuales no tengo nada en particular), era una gran fan de cualquier serie o película que tuviera criaturas extrañas, como en V (¿alguien se acuerda de esa serie?) o Alien, la película de ciencia ficción que cumple su trigésimo aniversario este año. Pensaba que el ciclo vital de Alien era fascinante y pasaba una cantidad de tiempo considerable garabateando diagramas para entender en qué punto del ciclo encajaban los facehuggers o los bichos que reventaban el pecho del más inútil de la tripulación.
Pronto me di cuenta de que, por desgracia, los aliens no existen (hasta donde sabemos), pero aprendí que no necesitaba irme al espacio para encontrar criaturas igualmente sorprendentes (y mortales). Y que a través de la ciencia podría en realidad estudiarlas. Puede que esto explique por qué empecé trabajando en un laboratorio de microbiología.
Sin embargo, aquí no voy a hablar de criaturas tan grandes y babosas como Alien, sino de diminutos organismos que pueden llegar a destrozarnos. Son egoístas y no traen nada bueno para aquellos que les proporcionan refugio. Y algunos han demostrado tener gusto por nuestro sistema nervioso. Son los parásitos.
Existe una larga lista de parásitos que potencialmente pueden acampar en nuestros cerebros y/o en nuestras médulas, provocando un daño considerable si no se pillan a tiempo. En este post solo trataré algunos, los que el CDC (Centro para el Control de Enfermedades en sus siglas en inglés) considera responsables de las “Infecciones Parasitarias Desatendidas” en Estados Unidos y tienen efectos conocidos en el sistema nervioso humano.
Toxoplasma gondii – el manipulador

T. gondii, aumentado 1,000 veces.
T. gondii, el parásito intracelular responsable de la toxoplasmosis es mi favorito. Este parásito es capaz de manipular el comportamiento de su hospedador. Por ejemplo, el olor a orina de gato repele normalmente a las ratas, como mecanismo biológico de defensa; sin embargo, las ratas infectadas por T. gondii se vuelven suicidas y se sienten atraídas por el olor a pis de gato. Esto hace que las ratas infectadas anden por el territorio del gato, exponiéndose al riesgo de ser devoradas por el depredador [2]. Esta manipulación del comportamiento de la rata, que es el hospedador intermediario, no es más que una estrategia de T. gondii para llegar a su hospedador definitivo, el gato.
Pero ¿cómo puede T. gondii llevar a cabo tal manipulación? Al parecer, este microscópico parásito produce una proteína que sintetiza el precursor de la dopamina, incrementando los niveles de dicho neurotransmisor en el cerebro [3] alterando los circuitos normales que mantendrían a la rata fuera del alcance de los gatos (echad un vistazo a previos posts sobre el papel de la dopamina en comportamiento: aquí, aquí, aquí y aquí).

Cerebro colapsado de un bebé tras el derrame de liquid cefalorraquídeo [3].
T. gondii no solo afecta a los gatos y a las ratas, sino también a los humanos que se infectan al ingerir cualquier cosa contaminada con huevos de T. gondii. Sin embargo, no representa una amenaza para las personas con sistemas inmunes sanos. Nada más entrar en el organismo del hospedador (la llamada fase aguda de la infección), el parásito es eliminado rápidamente gracias a la respuesta inmune. Si el parásito alcanza el sistema nervioso antes de ser destruido, puede llegar a formar quistes en las neuronas. Si el hospedador está inmunodeprimido (si por ejemplo padece sida o está en quimioterapia), el sistema inmune será incapaz de eliminar al parásito y la ruptura de los quistes provocarán la reactivación de la infección con el consecuente daño en el tejido. Puede provocar microcefalia, colapso del cerebro debido al derrame de fluido cerebroespinal, atrofia cortical (disfunción de la capa más externa del cerebro) y calcificación amorfa (depósitos de calcio en el cerebro, formando “piedras cerebrales”) [1].
La mayoría de los casos son asintomáticos, aunque a veces puede haber consecuencias en el comportamiento del hospedador. Existen indicaciones de que los individuos infectados tienen un mayor riesgo de suicidio y demuestran un peor desempeño en tareas de aprendizaje verbal y de memorización [4]. También se han observado algunos efectos como los que se vieron en las ratas (por ejemplo, la atracción por el olor a orín de gato). Pero más relevante que el extraño gusto por la apestosa orina de gato, la infección por T gondii puede llegar a iniciar trastornos psiquiátricos como esquizofrenia. La conexión entre la esquizofrenia y la infección por T. gondii, aunque nada clara, se basa en el análisis de algunos casos en los que se observó que los pacientes esquizofrénicos mostraban una mayor incidencia en este tipo de infección y en el hecho de que las drogas antipsicóticas utilizadas en los pacientes esquizofrénicos parecen frenar el ciclo de vida del parásito [5]. Sin embargo, se necesita seguir investigando para poder llegar a confirmar estas observaciones iniciales ya que existen discrepancias sobre si T. gondii en realidad contribuye al desarrollo de la esquizofrenia.
Taenia solium – el glotón

T. solium adulto. El gusano adulto vive en el intestino delgado de humanos infectados.
T. solium es comúnmente conocido como solitaria o tenia. Los humanos se infectan al ingerir comida, bebida o cualquier producto contaminado con los huevos de la tenia. Alguien que ya tenga la infección podría seguir infectándose a sí mismo/a (lo que se denomina autoinfección) si las condiciones higiénicas no son muy buenas.

Quiste (fleche roja) en el lóbulo temporal derecho [6].
Este gusano es un parásito del intestino, donde se ancla y alimenta de todos los nutrientes que el hospedador le proporciona. ¿Alguna vez has oído el mito sobre Maria Callas y su estrategia para perder peso tragándose una tenia? Hace cerca de un año vimos en las noticias un hombre al que le encontraron un gusano “revolviéndose” en su cerebro, provocándole los síntomas típicos de la infección. Al parecer, tuvo mucha suerte de que su médico detectase la larva de T. solium en un scanner cerebral.
Las larvas pueden viajar y acomodarse en el tejido muscular, en el ojo, en el cerebro o en la médula espinal. Forman quistes por lo que la infección recibe el nombre de cisticercosis (o neurocisticercosis cuando la infección es en el sistema nervioso). Los quistes en el cerebro pueden causar confusión, falta de atención, dolores de cabeza e incluso epilepsia. Si no se detecta, puede llegar a matar. Otros síntomas incluyen alucinaciones visuales y asomatognosia (pérdida de reconocimiento del propio cuerpo: “¡¿es mi mano esa que se mueve?!”), pero son muy poco comunes [7]. Estos síntomas dependen de la región cerebral que esté afectada por la presencia de los quistes.
Trypanosoma cruzi – el sucio
T. cruzi es el culpable de la enfermedad de Chagas, también conocida como tripanosomiasis Americana. Los insectos son capaces de transmitir este parásito, en particular Triatominae, o chinche, a través de sus picaduras.

Triatominae o chinche.
Este parásito se desarrolla en ambientes sucios, pero no es la única condición que propicia la transmisión del parásito. Infecciones innatas (ya presentes en el momento del nacimiento) y transfusiones o trasplantes contaminados también representan una amenaza importante.
Justo tras la entrada del parásito al torrente sanguíneo, la fase aguda de la infección comienza. Normalmente el parásito se queda escondido en el organismo de forma latente, sin causar síntomas, aunque a veces puede afectar el corazón y/o el cerebro.

T. cruzi relajándose.
En casi el 30% de los pacientes, el parásito se reactivará causando graves daños. Signos de hinchazón, congestión y micro-hemorragias en el cerebro son típicos en el sistema nervioso. También puede causar encefalitis (inflamación del cerebro) debido a la acumulación de microglia, astrocitos y macrófagos (células especializadas del sistema nervioso) [1]. Generalmente el parásito acampa dentro de estas células en su forma amastigota, que es la morfología que le permite invadir el interior de las células de su hospedador. De manera más frecuente, los pacientes inmunodeprimidos son los más propensos a experimentar la reactivación del parásito latente.
Toxocara canis y Toxocara catis – los habitantes de la caca
T. canis y T. catis son parásitos helmintos (lombrices) que pueden estar presentes en las heces de tus mascotas favoritas, perros y gatos respectivamente. Los humanos pueden desarrollar toxocariasis cuando consumen productos contaminados por las heces infectadas (te sorprendería saber lo fácil que es tragarte las cacas de tu perro sin querer). Las víctimas más comunes de la toxocariasis son los niños, por razones evidentes (niños, ¡lavaos las manos!).

T. canis durante la eclosión (izquierda y centro) y en su forma de larva (derecha).
Los huevos que contienen las larvas eclosionan dentro del cuerpo humano y viajan por el torrente sanguíneo hasta sus localizaciones favoritas: el cerebro, los pulmones, el hígado, el corazón, los músculos o los ojos. La mayoría de la gente no desarrolla síntomas, pero entre los más comunes se encuentran algunos como fiebre, tos, inflamación y problemas oculares. Cuando la larva llega al ojo (normalmente solo ocurre en uno) comienza la inflamación y la escarificación de la retina, llegando a causar ceguera, posiblemente una de las complicaciones más angustiosas de esta infección parasitaria. La toxocariasis también puede afectar el sistema nervioso central. Aunque poco común, algunas manifestaciones incluyen epilepsia, convulsiones o trastornos psiquiátricos. También existen algunos informes sobre encefalomielitis diseminada, una inflamación que afecta el cerebro y la médula espinal lo que conduce a la desmielinización de las neuronas (pérdida de la cobertura protectora) [1]. A menudo es confundida con esclerosis múltiple, lo que dificulta su diagnóstico correcto.
En definitiva, todas estas infecciones parasitarias son tratables si se detectan a tiempo. No acabarán reventándote el cerebro a lo Alien, y aunque estos parásitos son pequeñas criaturas, también pueden llegar a causar daño si se ignoran. Los parásitos son organismos fascinantes, y pueden llegar a resultar tan aterradores como Alien, las enormes criaturas intergalácticas. Si lo hubiera sabido cuando era pequeña probablemente hubiera pensado más en lavarme las manos, las chinches o la caca de mis mascotas en lugar de en el ciclo de vida del monstruo cinematográfico.
Parece ser que después de todo los creadores de Alien, de una u otra forma, se inspiraron en el increíble universo de los parásitos. Puedes googlearlo y comprobarlo por ti mismo, si es que no has tenido suficiente dosis de criaturas terribles en este post.
Referencias:
- Pathology of CNS parasitic infections. Pittella JE. Handb Clin Neurol. 2013;114:65-88. doi: 10.1016/B978-0-444-53490-3.00005-4. Review.
- Fatal attraction in Toxoplasma-infected rats: a case of parasite manipulation of its mammalian host. Berdoy, M., Webster, J. P. and Macdonald, D. W. (2000). Proc. R. Soc. B 267, 1591-1594.
- The neurotropic parasite Toxoplasma gondii increases dopamine metabolism. Prandovszky E1, Gaskell E, Martin H, Dubey JP, Webster JP, McConkey GA. PLoS One. 2011;6(9):e23866. doi: 10.1371/journal.pone.0023866. Epub 2011 Sep 21.
- Is Toxoplasma Gondii Infection Related to Brain and Behavior Impairments in Humans? Evidence from a Population-Representative Birth Cohort. Sugden K, Moffitt TE, Pinto L, Poulton R, Williams BS, Caspi A. PLoS One. 2016 Feb 17;11(2):e0148435. doi: 10.1371/journal.pone.0148435. eCollection 2016.
- Toxoplasma gondii infection, from predation to schizophrenia: can animal behavior help us understand human behavior? Webster JP1, Kaushik M, Bristow GC, McConkey GA. J Exp Biol. 2013 Jan 1;216(Pt 1):99-112. doi: 10.1242/jeb.074716.
- A comprehensive review of imaging findings in human cysticercosis Bargavee Venkat, Neeti Aggarwal, Sushma Makhaik, Ramgopal Sood. Jpn J Radiol (2016) 34:241–257.
- Visual hallucinations of autobiographic memory and asomatognosia: a case of epilepsy due to brain cysticercosis Juan Manuel Orjuela-Rojas, Jesús Ramírez-Bermúdez, Iris E. Martínez-Juárez, Nora Estela Kerik, Iván Diaz Meneses and Fernanda Juárez Pérez-Gay. Neurocase, 2014.
Imagen de portada:
Toxoplasma gondii dividiéndose. Imagen tomada de wikipedia.org
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