
Miedo a ESO
Con Halloween a la vuelta de la esquina y la última ola de payasos siniestros avasallando varias ciudades en Estados Unidos y el Reino Unido, parece un buen momento para hablar de payasos. Más específicamente, del miedo a los payasos, algo que recientemente he descubierto que se conoce como coulrofobia. A pesar de que siempre ha sido bastante obvio para mí por qué un muerto andando a sus anchas o una muñeca cuya cabeza es capaz de dar un giro de 360º dan miedo, la razón por la que los típicos animadores de la infancia nos asustan es un gran misterio. No me gustan los payasos particularmente, pero no alcanzo a descifrar cuál es su problema. Caras blancas, narices rojas de espuma, zapatos grandes y ropa de colores no apunta en absoluto a algo terrorífico. Aun así, no hay que incluir un cuchillo o un callejón a medianoche para que un payaso aparezca más bien tenebroso; simplemente mirad esta foto mía de cuando tenía 10 años disfrazada de payaso. No salgo precisamente adorable.

Figura 1. Yo disfrazada de payaso cuando tenía 10 años
Parece ser que no estoy sola en esto. En un estudio reciente, los investigadores pidieron a 1341 individuos que evaluaran el grado de miedo de distintas profesiones usando una escala del 1 (no mucho miedo) al 5 (mucho miedo). Los payasos se llevaron la medalla de oro, seguidos de bien cerca por taxidermistas, dueños de sex-shops y directores de funerarias [1]. Incluso a aquellos a los que teóricamente deberían gustarles los payasos – los niños – tampoco les hacían gracia. En una encuesta del 2008 a 250 niños de entre 4 y 16 años, descubrieron que los niños tampoco son unos grandes fanes de los animadores del circo [2].
Pero realmente, qué ha ocurrido con la imagen del payaso para todas las edades en las fiestas de cumpleaños, felizmente hinchando globos? Nos lo ha arruinado todo Pennywise?
Pennywise, el payaso asesino de niños de la novela It (Eso en español) de Stephen King, es quizá uno de los payasos más famosos y terroríficos de la historia y el protagonista de muchas pesadillas. La novela, que contiene unas 1200 páginas de puro horror, se convirtió en una miniserie de televisión que ayudó a todo el mundo a ponerle cara al siniestro payaso (como si hiciera falta). Eso se publicó tan solo unos años después de que un asesino de verdad, conocido como el payaso asesino, aterrorizara los Estados Unidos. John Wayne Gacy, cuyo hobby era entretener a niños en fiestas de cumpleaños vestido de payaso, fue responsable de la muerte de 33 jóvenes. La noción del payaso aterrador despegó después del asesino Gacy y la novela Eso, y des de entonces los payasos han sido invitados de honor en las películas de terror.
El hecho de que estos payasos tenebrosos aparezcan tan asiduamente en las películas no ha ayudado. Atrás han quedado las imágenes de payasos felices haciendo bromas a niños, reemplazadas por payasos con cuchillos y machetes persiguiendo a niños por los bosques. Esta relativamente reciente visión negativa sobre los payasos ha tenido un tremendo impacto negativo en la profesión de payaso. Se ha producido un descenso en el número de asistentes a las convenciones y cursos de payasos, lo cual nos deja con todavía menos opciones de ver a los payasos en contextos seguros, divertidos y felices. Los psicólogos creen que esto está creando un círculo vicioso de terror a los payasos: las imágenes negativas están reemplazando a las imágenes positivas de payasos, lo cual conlleva asociaciones negativas más fuertes que a la vez provocan más miedo a los payasos y refuerzan la noción del payaso aterrador [3].
La psicología tras los payasos aterradores
Sin embargo, supongamos que nunca hayas oído hablar de Gacy o leído Eso (gran error por cierto), y por tanto tu cerebro no ha creado esta conexión negativa, igualmente encontrarás casi con toda seguridad a los payasos tenebrosos (prueba de ello es la Figura 1). Aunque no existe un consenso entre los psicólogos de porque los payasos nos asustan, hay dos hipótesis principales. La primera propone que los payasos nos dan miedo debido a la pintura que cubre sus caras. La pintura blanca de fondo juntamente con los ojos, nariz y labios exagerados y deformados hace que leer las expresiones faciales en la cara de un payaso sea una tarea imposible. Constantemente, estamos pendientes de pequeños cambios, casi imperceptibles, en las caras de la gente – como la punta de la boca se mueve hacia arriba o una ceja se alza ligeramente. Las caras tiene un significado social y son un componente crucial de la comunicación en humanos [4].
De modo que cuando nuestros cerebros se encuentran con una expresión “enmascarada”, la ambigüedad que ésta dispara nuestro miedo. Similarmente, otros monstruos de las películas de terror esconden sus caras detrás de máscaras: des del asesino de Scream hasta Leatherface (literalmente cara de cuero) en La Matanza de Texas [4,5]. Añade la imposibilidad de descifrar la intención de un payaso a sus intentos a veces excesivos de hacerte reír o algún truco y tienes el combo perfecto para la incomodidad.
Alternativamente, tal vez el mismo fenómeno por el cual otras criaturas nos espantan es culpable de nuestro temor a los payasos. Según algunos psicólogos, los payasos son siniestros porque son residentes, juntamente con los zombies, vampiros y muñecos diabólicos, de lo que se conoce como el ‘Valle Inquietante’ (en inglés, the uncanny valley). El profesor de robótica Masahiro Mori describió la hipótesis del Valle Inquietante en los años 70 como un principio básico para el diseño en el campo de robótica y las animaciones. Esta hipótesis propone que el hecho de ver una entidad parecida a un humano puede provocar una respuesta positiva o negativa dependiendo del grado de parecido físico del objeto al aspecto humano. Teóricamente, cuanto más se parezca al humano, más nos gusta. Sin embargo, cuando la entidad alcanza un punto en el que se convierte hiper-realista desencadena unas expectativas perceptuales en nuestros cerebros – por ejemplo, estamos esperando un tono de piel particular o un tamaño preciso de algunas partes del cuerpo – y cuando estas expectativas no se cumplen, surge un sentimiento de incomodidad. En esencia, las criaturas que se parecen mucho a nosotros pero en las cuales hay algo que no acaba de cuadrar, evocan un inquietante sentimiento de familiaridad que puede llevar a una reacción de miedo. En este sentido, las caras de los payasos, con facciones faciales similares a las nuestras pero que han sido exageradas o distorsionadas usando maquillaje juntamente con grandes y desproporcionados zapatos puede servir para ejemplificar esta noción del Valle Inquietante [5-8]. Este malestar o inquietud se representa como un brusco pico negativo o valle en la Figura 2.

Figura 2. Representación del Valle Inquietante (modificada de [8])
Aunque el concepto del Valle Inquietante se ha descrito durante muchos años, todavía no entendemos a la perfección qué ocurre en nuestros cerebros para propiciar este cambio de un sentimiento familiar a un sentimiento de inquietud y temor. Un estudio reciente ha usado imágenes de resonancia magnética funcional para explorar qué áreas del cerebro se iluminan cuando la gente experimenta este sentimiento inquietante. Se mostró a los sujetos del estudio unos vídeos de una persona real, un androide demasiado parecido a un humano, o la versión desnuda del androide con sus cables y articulaciones de metal, realizando acciones rutinarias (asentir con la cabeza, saludar con la mano, tomar un trago de una bebida, etc.). Lo que los investigadores descubrieron fue que las regiones del cerebro involucradas en la percepción del movimiento y el reconocimiento visual estaban más activas cuando la gente veía el androide en comparación al robot o a la persona real. Ver algo que parece casi humano pero no del todo causa un desajuste perceptual y parece como que nuestros cerebros trabajan más duro para intentar que tenga sentido [9].

Figura 3. Activación cerebral medida por IRMf después de ver un vídeo de un robot (a), un androide (b) o un humano (c) [9]
A pesar de todo esto, y aunque aquella encuesta apunta a que a los niños no les gustan los payasos, un par de estudios han demostrado que los payasos terapéuticos reducen la ansiedad pre-operatoria y ayudan a los niños hospitalizados a mejorarse [10, 11]. Así que no temáis, todavía existe alguna esperanza para los payasos si nos aferramos al espíritu de Patch Adams. Mientras tanto, por favor hacednos un favor a todos y no os disfracéis de payasos siniestros este Halloween. Aunque quizá sea ya inevitable.
Referencias:
[1] McAndrew FT and Koehnke SS. On the nature of creepiness. (2016). New Ideas in Psychology, 43, 10-15.
[2] http://news.bbc.co.uk/2/hi/health/7189401.stm
[3] Rodriguez-McRobbie L. The History and Psychology of Clowns Being Scary. At the Smithsonian.com:
[4] Honingmann JJ. The Masked Face. (1977). Journal of the Society for Psychological Anthropology, 5, 263-280. Available: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1525/eth.1977.5.3.02a00020/abstract
[5] Jarrett C. The Lure of Horror. (2011). The Psychologist, 24, 812-815. Available: http://faculty.uml.edu/bmarshall/LureofHorror.pdf
[6] Pollick, FE. In Search of the Uncanny Valley. 40, Chapter 8, 69-78. Available: http://www.psy.gla.ac.uk/~frank/Documents/InSearchUncannyValley.pdf
[7] Clasen M. Can’t Sleep, Clowns Will Eat me: Telling Scary Stories. Available: http://pure.au.dk/portal/files/44775468/Clasen_Clowns_2012_uncorrected_proofs.pdf
[8] Cheetham M, Suter P and Jäncke L. The human likeness dimension of the “uncanny valley hypothesis”: behavioral and functional MRI findings. (2011). Frontiers in Human Neurosciences. http://journal.frontiersin.org/article/10.3389/fnhum.2011.00126/full
[9] Saygin AP, Chaminade T, Ishiguro H, Driver J and Frith C. The thing that should not be: predictive coding and the uncanny valley in perceiving human and humanoid robot actions. (2012). Social Cognitive and Affective Neuroscience, 7(4), 413-322.
[10]Bertini M, Isola E, Paolone G and Curcio G. Clowns benefit Children Hospitalized for Respiratory Pathologies. (2011). Evidence-Based Complementary and Alternative Medicine. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3137769/
[11] Vagnoli L, Caprilli S, and Messeri A. Parental presence, clowns or sedative premedication to treat preoperative anxiety in children: what could be the most promising option? (2010). Pediatric Anesthesia, 20 (10), 937-943.
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