¿Qué tal lleva tu Cerebro el “Distanciamiento Social”?

Articulo original de MEGKIRCH 

Traducción de Elena Blanco-Suarez

En medio de esta creciente crisis nacional y global desatada por la pandemia de COVID-19, probablemente ya has oído (y espero que practicando) el distanciamiento social. El Centro para el Control de Enfermedades (CDC en sus siglas en inglés) define el distanciamiento social como aquellas acciones para “evitar congregaciones, reuniones masivas, y mantener la distancia (aproximadamente entre 6 pies o 2 metros) con otras personas cuando sea posible”. Pero en las últimas semanas en Estados Unidos, este término ha pasado de ser un concepto vago y abstracto a algo muy real. En el momento de escribir este artículo, las escuelas se encuentran cerradas, la mayoría de los lugares de trabajo han pasado a ser de teletrabajo desde casa únicamente, y muchas ciudades y estados han puesto en práctica prácticas estrictas de cuarentena para evitar que el virus se siga extendiendo.

Calle vacía y lluviosa cerca de Broadway y la 26 en Manhattan. Imagen de [a].

En este punto, probablemente has estado apoltronado y pasando mucho más tiempo en casa de lo que estás acostumbrado, y mucho menos tiempo en presencia de amigos, familia, y otras situaciones sociales. ¿Cómo lo llevas? ¿Suspiras por aquellos días en los que podías encontrarte con tus amigos en los bares, ir al cine, y en general ignorar si estas a más de 2 metros de distancia de otro ser humano?, ¿te sientes un poco solo, o quizás muy solo? Mientras que no tratamos de ninguna forma en desanimar sobre el distanciamiento social (#FlattenTheCurve), para algunos de nosotros en NeuWrite, pensar y escribir sobre lo que pasa en nuestro cerebro es la forma que tenemos de lidiar con esto.

El cerebro en soledad

¿Cómo procesa y reacciona nuestro cerebro a este repentino cambio de nuestra vida social? Quizás en una manera similar a la que reaccionaria si nos privasen de agua o comida. Se ha propuesto que de una forma parecida a como nuestros cerebros trabajan con el resto de nuestro cuerpos para mantener la homeostasis fisiológica, también son altamente sensibles y receptivos a los cambios en nuestros niveles normales de socialización – fenómeno al que nos referimos como homeostasis social [1].

La homeostasis social, como cualquier otro sistema homeostático típico, tiene tres componentes principales: un detector que reconoce el cambio en la situación social, un centro de control que registra el cambio en la socialización relativo al punto donde debería encontrarse (el “punto de set”), y un efector que controla lo que se hace para recuperar la posición en el punto de set social [1]. Lo que no se sabe muy bien es donde esos componentes se encuentran en el cerebro, pero es casi seguro que cada uno de ellos requiere varias regiones cerebrales.

Por ejemplo, existen varias respuestas posibles por mi parte en una nueva situación social; es posible que me sienta con ganas para acabar finalmente llamando a ese amigo con el que llevo tiempo queriendo ponerme al día (motivación social), o es posible que me de ansiedad y me encuentra particularmente sensible a ruidos por la noche fuera de mi apartamento (hipervigilancia)m o puede que llene el vacío social con una cantidad excesiva de Netflix, comida, alcohol, etc. (mecanismo de afrontamiento pasivo). Cada una de esas respuestas – y puede que otras – se supone que están relacionadas con diferentes sistemas efectores. De esos, el sistema efector de hipervigilancia es uno particularmente bien estudiado. Varias regiones – desde el hipotálamo, a la glándula pituitaria y la corteza adrenal – son las que se denominan el eje HPA. Estas regiones se sabe que están muy ocupadas – lo que resulta en altos niveles de cortisol y otras hormonas   – en situaciones de alto estrés y se comunican de forma extensiva con otros circuitos cerebrales involucrados en excitación y atención. El hecho de que también se activan durante el aislamiento social sugiere que este circuito esta probablemente relacionado con respuestas relacionadas al estrés que podrías estar experimentando durante el distanciamiento social [1]

Diagrama de los múltiples circuitos cerebrales involucrados en la hipervigilancia, la motivación social y los mecanismos de afrontamiento pasivo que alteran la homeostasis social. Los mecanismos explicados en el texto (DA = dopamina, NAc = nucleus accumbens, DRN = núcleo dorsal del rafe, VTA = área ventral tegmental, PVN = núcleo paraventricular del hipotálamo) están en negrita, pero claramente estos comportamientos son circuitos neuronales complejos que incluyen varias regiones cerebrales no explicadas en este artículo. Modificado de [1].

La motivación social en particular se encuentra en conflicto con el movimiento de distanciamiento social, evidenciado por las tantas imágenes de gente que continua yendo a bares a medida que la pandemia iba creciendo. La motivación social puede presentarse al menos de dos formas: como la búsqueda de interacciones sociales gratificantes, y como la evasión de la sensación negativa de soledad (piensa en ello como si, pre-covid-19, fueses a salir porque realmente quiere ver a tus amigos, y/o conocer gente nueva, o simplemente porque no quieres estar solo en el sofá un sábado por la noche). Estas dos variantes de motivación social tienen distintos marcos (buscar algo bueno versus evitar algo malo) e implican señalización de dopamina en mecanismos cerebrales específicos. Algunos de los aspectos gratificantes de la motivación social parecen estar mediados por neuronas dopaminergicas que proyectan desde el área tegmental ventral (VTA) al nucleus accumbens; la estimulación de esas neuronas hace que los ratones inviertan más tiempo investigando un ratón desconocido, mientras que inhibirlas tiene el efecto opuesto [2]. En contraste, el “necesito levantarme del sofá” de la motivación social parece estar dirigido por una población distinta de neuronas de dopamina en el núcleo dorsal del rafe. En un estudio descrito en mayor detalle en otro post de NeuWrite, la actividad de esas neuronas estaba causalmente relacionada a la preferencia creciente de los ratones hacia señales sociales (versus no-sociales) tras estar aislados durante 24 horas. Sin embargo, la actividad de esas neuronas parecía expresar una señal social negativa (parecida a la “soledad”), ya que los ratones trataban de evitar la activación artificial de dicho mecanismo neuronal [3].

En ratones socialmente aislados hay mucha más tachykinin 2 (verde) en el cerebro. Tomado de [4].

Tras un corto periodo de aislamiento social en el estudio previo, los animales actúan como si estuvieran aislados y muestran una preferencia social incrementada que de otra forma parecería relativamente normal. Pero el distanciamiento social por el COVID-19 ya se ha extendido mucho más que un solo día – ¿Qué ocurre más tarde? Otro estudio reciente vio marcados cambios de comportamiento en ratones que estuvieron aislados socialmente durante dos semanas – aumento en la agresividad dirigida al ratón “intruso”, incremento en la reactividad a un shock en las patas, parálisis prolongada ante la posibilidad de un estímulo amenazante, etc. Estos cambios de comportamiento se relacionan a una señalización intensificada y producción del neuropeptido tachykinin 2 en múltiples regiones del cerebro. De forma extraordinaria, cuando a los ratones se les daba una droga para bloquear el receptor de tachykinin, los cambios de comportamiento derivados del aislamiento durante dos semanas se atenuaban sustancialmente [4]

En resumen, la información social es altamente saliente en el cerebro, y cambios en el ambiente social promueven poderosas señales neuronales con el propósito de mantener nuestra “homeostasis social”. Dadas las extenuantes circunstancias del nuevo coronavirus, nuestras respuestas de comportamiento a nuestra situación social sub-optima son limitadas. ¿Qué ocurre entonces si tenemos que mantener el distanciamiento social durante mucho más meses, como algunos modelos predicen? Comencemos con las malas noticias.

Los efectos negativos del aislamiento social

Desafortunadamente, la prognosis de un aislamiento social prolongado… no es buena. Se ha relacionado a un riesgo elevado de enfermedad cardiaca [5] e incluso a tasas de mortalidad más altas [6]. Puede que sea en parte a los establecidos, y sorprendentes, efectos de la soledad en la inflamación. La soledad crónica está asociada con la regulación a la alta de la inflamación y la regulación a la baja de genes de expresión anti-virales en los leucocitos en humanos, y esos cambios en la expresión génica y sus consecuencias pueden dejar a los animales más susceptibles a algunas infecciones víricas [7]. No es el escenario ideal cuando nuestra meta es frenar la propagación de un virus peligroso.

El aislamiento social prolongado puede tener otro efecto igualmente sorprendente en el cerebro. Por ejemplo, algunas prácticas que normalmente serian buenas para nuestros cerebros – como el ejercicio – pueden volverse negativos en situaciones de aislamiento social y estrés adicional. En ratones adultos sanos que compartían espacio con otros ratones, correr ayudaba al incremento del nacimiento de nuevas neuronas (neurogenesis) en el giro dentado del hipocampo – una región muy importante en memoria y uno de los pocos sitios donde existe neurogenesis en el adulto. Sin embargo, para los ratones que se aislaron socialmente, correr frenaba el efecto positivo en la neurogenesis e incluso derivo en un efecto negativo combinado con efectores de estrés diarios. Estos efectos se atribuyen a niveles elevados de glucocorticoides – una clase de hormonas cerebrales – que normalmente suprimen la neurogenesis pero cuyos efectos deletéreos se minimizan mediante interacciones sociales [8]. Mientras que no sabemos a ciencia cierta si esto también ocurre en humanos, alguna evidencia hay que indica que es posible. Por ejemplo, nueve exploradores polares pasaron por el scanner MRI antes y después de sus estancias de 14 meses en estaciones remotas en la Antártica, tiempo durante el cual mayoritariamente se lo pasaron aislados (¿te suena?). Comparándolos a sujetos control de la misma edad durante el mismo periodo de tiempo, los exploradores exhibían una reducción significativa del volumen del giro dentado [9] – la misma área que mostraba reducción en ratones que ejercitaban a la vez que estaban socialmente aislados y sometidos a estrés.

Cierto es que estos estudios deberían ser razón para preocuparse si es nivel actual de distanciamiento social continua durante varios meses; puesto de una manera simple, el aislamiento social prolongado podría ser malo para nuestro cuerpo y nuestra mente. Pero antes de que empecemos a desesperarnos, existe una distinción crítica que hay que tener en cuenta, la tecnología disponible en el siglo XXI que podría ser lo que nos salve.

Ser social cuando se está distanciado socialmente

La mayoría de los estudios de los que hemos hablado son en modelos animales – principalmente ratones – los que se han usado para estudiar el aislamiento social. En este caso, el protocolo experimental es relativamente simple – pones un ratón en su jaula, lo separas del resto de la camada, y examinar *insertar hipótesis sobre los efectos del aislamiento social en x aquí*. En humanos, sin embargo, el aislamiento social o “soledad” son conceptos complicados. Estar solo no significa necesariamente sentirse solo (¿nunca has necesitado desesperadamente un poco de tiempo para ti?), y por el contrario, puedes sentirte profundamente solo incluso en la presencia de otros humanos. Esto aumenta la importancia de la diferencia entre aislamiento social objetivo y percibido/subjetivo (soledad). Esto esencialmente distingue la cantidad y la calidad de las interacciones sociales, respectivamente [10]. Muchas de las ramificaciones negativas del aislamiento social prolongado – como los cambios en las respuestas inflamatorias que ya hemos mencionado – están relacionadas al aislamiento social percibido más que al objetivo.  De manera parecida, el descenso cognitivo y/o aumento del riesgo de Alzheimer se puede predecir por las medidas de soledad, pero no midiendo el aislamiento social objetivo como el tamaño de la red social o frecuencia de las interacciones sociales del paciente [11].

Mis amigos de la escuela y yo, reconectando y tratando de jugar juntos a través de video chat.

Mientras que la amenaza del coronavirus significa que no podemos continuar con las mismas actividades sociales de hace un mes, el distanciamiento social no significa auto-aislarse socialmente, en el sentido subjetivo. En otras palabras, se pueden cultivar las conexiones sociales manteniendo una distancia segura. Gracias a la tecnología, tenemos teléfonos, redes sociales, Zoom, y otras maneras de mantenernos en contacto (Netflix Party ofrece la posibilidad de hacer quedadas virtuales para ver una película). Trata de no desesperarte y haz lo que necesites para mantener tu homeostasis social dentro de los confines responsables del distanciamiento social. No va a ser fácil; no todo el mundo responde de la misma manera a la socialización restringida, ni todo el mundo tiene igual acceso a todos esos medios de comunicaciones alternativos, así que cualquier cosa que sea necesaria para salir adelante tendrá beneficios para el bienestar colectivo. Es posible que vayamos a estar en esta situación durante un tiempo, así que haz lo posible para mantenerte feliz y saludable, tanto en cuerpo como en mente.

Imágenes :

a. Eden, Janine and Jim: https://www.flickr.com/photos/edenpictures/49693353626/in/photolist-2iGKgny-2iGLPJw-2iGGxd4-2iGGxaP-2iFkS7J-2iFa9Tk-2iGEgWw-2iEwNfv-2iEwN2p-2iEzxrz-2iEwN7j-2iGGfJ5-2iE8J4F-2iFrZsT-2iHeqK5-2iH4aCN-2iGsinu-2iEcWLv-2iFrpX7-2iEbxf3-2iE8KmF-2iE8HUH-2iGDo1m-2iGz7xb-2iGDo5p-2iGBQf3-2iGBQ4g-2iGDnNs-2iGz7fh-2iGBQde-2iGDo2J-2iGBPYr-2iGDnMa-2iGz7cw-2iGDnRJ-2iGBPYm-2iGz7fn-2iFzdMr-2iF7WBN-2iG6fXT-2iFcaoR-2iF7VYU-2iGtQmH-2iF7Uvo-2iF7ViW/ 

Bibliography

1 Matthews, G.A. and Tye, K.M. (2019) Neural mechanisms of social homeostasis. Ann. N. Y. Acad. Sci. 1457, 5–25

2 Gunaydin, L.A. et al. (2014) Natural neural projection dynamics underlying social behavior. Cell 157, 1535–1551

3 Matthews, G.A. et al. (2016) Dorsal raphe dopamine neurons represent the experience of social isolation. Cell 164, 617–631

4 Zelikowsky, M. et al. (2018) The neuropeptide tac2 controls a distributed brain state induced by chronic social isolation stress. Cell 173, 1265-1279.e19

5 Williams, R.B. (2016) Loneliness and social isolation and increased risk of coronary heart disease and stroke: clinical implications. Heart 102, 2016

6 Steptoe, A. et al. (2013) Social isolation, loneliness, and all-cause mortality in older men and women. Proc Natl Acad Sci USA 110, 5797–5801

7 Cole, S.W. et al. (2015) Myeloid differentiation architecture of leukocyte transcriptome dynamics in perceived social isolation. Proc Natl Acad Sci USA 112, 15142–15147

8 Stranahan, A.M. et al. (2006) Social isolation delays the positive effects of running on adult neurogenesis. Nat. Neurosci. 9, 526–533

9 Stahn, A.C. et al. (2019) Brain changes in response to long antarctic expeditions. N. Engl. J. Med. 381, 2273–2275

10 Cacioppo, J.T. and Hawkley, L.C. (2009) Perceived social isolation and cognition. Trends Cogn Sci (Regul Ed) 13, 447–45411 Wilson, R.S. et al. (2007) Loneliness and risk of Alzheimer disease. Arch. Gen. Psychiatry 64, 234–240